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miércoles, 28 de febrero de 2024

¿Cómo abordar la inteligencia artificial en el aula?

 


 


martes, 27 de febrero de 2024

La Educación Española durante el Siglo XIX (lulu.com)

 



 




La primera ley educativa integral y racional en España fue la Ley de Instrucción Pública de 1857, conocida como Ley Moyano. Promulgada durante el reinado de Isabel II, intentó solucionar el grave problema de analfabetismo que sufría el país.

Las universidades, lo mismo que la sociedad, no encuentran el sosiego en el convulso siglo XIX, porque las condiciones económicas y políticas no logran estabilizarse. Los sucesivos Gobiernos siguen legislando sin cesar. La Década Moderada de Isabel II (1844-1854) se caracterizará por las continuas reformas que sufre el Plan Pidal. En 1850 un real decreto de 28 de agosto habla por primera vez de las Universidades de Distrito. En 1851 se ordena que las Universidades rindan cuenta mensualmente a la Dirección General de Instrucción Pública. En los años 1852 y 1853 se hacen otras reformas parciales.

Enlace

https://www.lulu.com/shop/paya-frank/la-educacion-espa%C3%B1ola-durante-el-siglo-xix/ebook/product-1z4n75en.html?q=paya+frank&page=1&pageSize=4

La Década Moderada de Isabel II (1844-1854)

https://www.congreso.es/es/web/guest/cem/decmod

* Ley Moyano 

Ley Moyano - Wikipedia, la enciclopedia libre

lunes, 26 de febrero de 2024

Paya Frank .- Historia Medieval de España

 


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Paya Frank .- La Historia de la Iglesia en la Edad Media

 


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                                               La Historia de la Iglesia en La Edad Media

Paya Frank .- Diccionario Temático de la Biblia

 


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VEINTE AÑOS NO ES NADA… Mara Xul

 


 

- Búscalo en la guía, creo haberlo anotado en alguna parte pero no tengo tiempo de revisar, ya estoy llegando tarde. Hasta luego querida. -

Pero esa mañana no solo buscó el número del plomero en la bendita guía telefónica, ojeó página tras página cediendo a un absurdo impulso.

-No me limité a detenerme en la L… ¡Además lo llamé Miriam! .-

- ¿Qué hiciste qué? -preguntó anonadada.

-Por supuesto no me di a conocer, bueno sí pero… en realidad le dije que la que hablaba era Alejandra y como tal me atreví a citarlo en una confitería de Lavalle y Carlos Pellegrini-.

- ¡Laura estás loca, ya que tuviste el poco sentido común de citarte con tu primer novio, al menos le hubieras dicho quién eras en realidad! -

- ¡Ni soñando! No quiero problemas… -la irónica mirada de Miriam le dijo sin palabras lo que ella ya estaba pensando-. -De acuerdo, estoy en problemas, aunque él no sospechó nada, hasta pareció agradarle sobremanera que fuera Alejandra quién lo invitara-.     '

-Por lo que veo aceptó-.

- ¿Por qué no iba a hacerlo? Después de todo siempre se sintió atraído hacia ella-.

- ¿A qué hora te espera? -

-Nunca dije que iría… -resuelta se levantó de la cama para enfrentar el espejo de la cómoda.

-No… es cierto, pero las dos sabemos que vas a ir- la desafió Miriam mientras se le acercaba desde atrás. Por unos instantes se sostuvieron la mirada en el espejo, por fin Laura se rindió con una sonrisa.

Y allí estaba, a las seis en punto, solo que no podía ganarle la batalla al miedo que parecía correr por su espalda en forma de sudor frío. Después de pensarlo, le pareció que la única manera de encararlo era fingir un encuentro fortuito. No había razón para que él sospechara de ella. Además, si no la reconoció por teléfono, podía ocurrir que tampoco lo hiciera personalmente. Habían pasado veinte años, y el tiempo había dejado huellas de su paso por la vida de Laura.

En cambio él… No podía decir que estaba igual, de ninguna manera! Si a los diecinueve era atractivo ahora resultaba irresistible. Lo único que denotaba los años eran esas distinguidas canas que platinaban sus sienes. "Hasta los surcos que adornaban su rostro aquí y allá le quedaban bien" se dijo para sus adentros a medida que avanzaba entre las mesas. Pasó de largo y se sentó en diagonal a él. Con manos sudorosas tomó el menú dispuesta a desentenderse de Roberto, ese desconsiderado que no parecía recordarla.

- ¿Laura? - le llegó una voz que había viajado en el tiempo para detenerse en este insólito viernes de 1999. Lentamente sus pupilas iniciaron el ascenso atravesando aquel impecable traje azul, hasta encontrarse frente a frente con su pasado.

- ¿Roberto? -logró preguntar con fingida sorpresa.

-El mismo- contestó con una sonrisa.

- ¡Pero qué casualidad! ¿Qué andas haciendo por acá? -

-Esperando a una persona-.

-Oh, entonces me imagino que no podrás acompañarme, estaba a punto de ordenar un… -

- ¿Gancia en las rocas? - Laura asintió evidentemente complacida por aquel recuerdo. - Y sí, puedo acompañarte porque es obvio que mi cita ya no vendrá-.

- En ese caso… -le señaló la silla frente a la suya.

-Laura… -suspiró Roberto. -Me parece mentira haberte encontrado después de tantos años. Cuando te mudaste te perdí el rastro; aunque te confieso que me obligué a hacerlo porque… bueno… jamás podría haber sido tu amigo, no después de lo que tuvimos. - Laura no pudo evitar el rosado de sus mejillas.

-Perdón… ¿te incomodo? - se apresuró a disculparse. La oportuna aparición del mozo consiguió sacarla del brete.

-Gancia en las rocas… - ordenó él, después de una sugestiva pausa agregó. - … para dos. -

- Y… ¿Cómo van tus cosas? -preguntó sólo para no pensar en la perturbadora mirada de Roberto y en lo que le estaba haciendo sentir.

-Muy bien, me recibí de arquitecto y tengo la suerte de ser uno de los pocos afortunados que no deben manejar un taxi para sobrevivir.-

-Entonces pudiste… -

-Sí, la construí, tan blanca y perfecta como una vez soñé. Es más, vivo en ella. -

- ¡Oh Rober, me alegro tanto! -exclamó emocionada mientras su mano seguía aquel antiguo camino hacia la de él casi sin darse cuenta.

Él pareció reparar en el detalle al mismo tiempo que ella y por eso pudo impedir su prudente retirada.

¿Sos feliz? -le disparó de pronto aferrando la mano de Laura entre las suyas.

-De a ratitos… como todo el mundo- contestó conmovida.

Y uno a uno fueron cayendo los recuerdos sobre la mesa, acompañados por un Gancia lleno de nostalgia, de letanía, de lo que pudo ser…

- ¡Uy! Cómo pasó el tiempo… tengo que irme- dijo Laura mirando su reloj.

- ¿Volverás a llamarme? -preguntó Roberto al verla ponerse de pie con resolución.

-No lo sé yo…-de pronto la pregunta de Roberto se abrió paso en su embotado cerebro.-Un momento, yo no te llamé.:, -

- ¡Claro que sí! -afirmó con un asome; de sonrisa en los labios. Pero al ver que ella estaba resuelta a discutirle el punto agregó: -Lo sé con certeza, porque Alejandra… es la bruja con la que me casé. -

 

FIN